Mariano siempre quiso volver al mar
Mariano Solier, editor y jefe de Fotografía de PERFIL, murió a los 61 años.
En Mar del Plata, su lugar, intercambiamos las primeras y precarias estrategias que empezábamos a ensayar para obtener las fotos de lo que allí estaba sucediendo: los Juegos Panamericanos del ‘95.
Éramos lo suficientemente jóvenes como para hacer fotos de deportes cuando solo los gringos usaban “autofocus”; éramos lo imprescindiblemente entusiastas como para soñar con un futuro promisorio y sin renuncias. Porque nada nos podía quitar de la cabeza la idea de que, lo primero que queríamos alcanzar, era ser fotógrafos.
La condición de reportero gráfico, para Mariano Solier, nunca significó un atuendo, una cámara bruñida colgada del cuello ni una credencial sellada por alguna autoridad. Mariano era, como tantos de nosotros, “ADN fotógrafo” y así vivió - con alegría y dignidad- ese destino muchas veces incierto. Y cuando tuvo qu dejar la calle, la elección de la luz más conveniente y el bolso del equipo, lo hizo con la misma elegancia con la que controlaba cada movimiento. Su sello fue la pureza de los más suaves modales. Bastaba arrimarse a su escritorio al comienzo del día para que él desplegara toda su estatura y saludara de pie, siempre sonriendo.
La belleza del fotoperiodismo en los 90
Mis charlas con Mariano Solier no llegaron nunca a descorrer ese velo de prudencia y de respeto por la intimidad del otro, el consensuado y masculino silencio cuando de asuntos muy personales se trataba; pero en verdad, no nos hizo falta.
Pescamos juntos varias veces y conocí a su familia; y compartimos almuerzos con una complicidad que mutuamente nos agradecíamos. El caso era que con Solier coincidíamos en muchas cosas, no sólo en nuestro oficio de elegir y componer y descartar y disparar. Solíamos sonreírnos socarrones frente a algunas “militancias”; nos confesábamos en el comentario más sensato que encontrábamos y casi siempre acordábamos. Y entre tanta sabiduría que el reunía y que sin arrogancia dejaba entrever con generosidad, podíamos intercalar incluso algún comentario un poco guarro y disfrutarlo como dos pibes.
Las cámaras Leica lo tornaban catedrático; la pesca con mosca le hacía gran ilusión; las mujeres bellas le inspiraban las más serenas consideraciones y yo sonreía ante todo eso como lo hacía él con mis devoluciones.
Mariano era un tipo distinguido; y así, ataviado como un explorador escocés (portando muchas veces objetos de cuero vacuno que él mismo –exquisitamente- realizaba), podía subir a su bicicleta y pedalear hasta su casa en el Abasto.
Mariano era un buen escuchador, aunque esto es una apreciación muy personal que quizá no complete este texto. Lo vi frente al río algunas veces junto a su hijo y puedo decir que vi en él a un buen padre.
19 de agosto Día mundial de la fotografía
Mariano siempre quiso volver al mar y me lo dijo. Quería reencontrarse para siempre con esas escolleras y sostener su caña sobre esas rocas que tanto le gustaban y mirar lejos.
Pero nada podía presagiar que Marianito fuera a buscar las olas en el cielo, tan anticipadamente, tan angustiosamente temprano para los que aquí quedamos.
LT