Cuando empezó el Juicio a las Juntas, el clima general era el de una democracia condicionada. Dentro de su propio gobierno Raúl Alfonsín tenía resistencias, las presiones y amenazas de bomba y de toda clase eran parte de la rutina diaria y las audiencias se desarrollaron en un ambiente pesado, por momentos “opresivo,” bajo la conducción de un grupo de camaristas que no quería habilitar ningún tipo de exceso.
Más allá de la presencia intimidante de los miembros de las juntas y de la sucesión de testimonios de sufrimiento y horror en las audiencias, hubo algunos episodios particularmente tensos, que se recuerdan aún con el paso de los años.
El desplante a la enviada de Jimmy Carter
Los defensores de los militares habían evaluado una estrategia especial para "enrarecer" el juicio. La aplicaron el día que declaró una testigo muy importante: la estadounidense Patricia Derian, secretaria de Derechos Humanos durante el mandato del demócrata James Carter, entre 1976 y 1980.

La funcionaria había viajado a la Argentina por primera vez en 1977, cuando recibió más de 5000 denuncias por violaciones a los derechos humanos y las hizo públicas. En sus visitas se entrevistó con Jorge Rafael Videla. Dijo que el dictador “temblaba a como un pajarito” cuando le dio la mano. También se encontró con Eduardo Emilio Massera, quien, cuando le preguntó por las detenciones ilegales y las torturas, le respondió, refregándose las manos: “¿Usted sabe lo que hizo Poncio Pilatos?”.
Darien volvió a la Argentina para el juicio, en 1985. Y el día de su declaración, los defensores de los genocidas le hicieron su “desplante”: se pararon y se retiraron de la sala, como un gesto para dejarla sola e “ignorar” sus palabras y sus evidencias.
Huesos en la pantalla y un silencio abrumador
El otro testigo extranjero clave también fue un estadounidense, Clyde Snow, el fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense. La foto de la sala con un cráneo proyectado en una pantalla es de las más icónicas del juicio.
El silencio, durante su pormenorizada declaración, fue abrumador, denso, casi podía tocarse.

Con la exhibición de los huesos. Snow demostró que muchas de las víctimas habían sido fusiladas de cerca. Uno de los casos más fuertes sobre el que testimonió fue el de Liliana Carmen Pereyra, una embarazada de cinco meses de Mar del Plata, acribillada de un escopetazo. Representó a todas las embarazadas que eran mantenidas con vida hasta que tuvieran a sus bebés, muchos de ellos apropiados.
La memoria implacable de la testigo más joven
María Verónica Lara tenía 7 años cuando vivió el horror delante de sus ojos. Fue la testigo más joven del juicio: el día de su declaración cumplió los 16.
Aquel 16 de junio de 1985, escuchar a la adolescente, que demostró una memoria implacable, no fue fácil para nadie.
Contó al detalle el secuestro de su madre, María Irene Gavalda, y su marido, Juan Mogilner, en Córdoba. El padre de María Verónica, Guillermo Lara, había sido secuestrado y asesinado un año y medio antes.
Cuando terminó su testimonio, de poco menos de 9 minutos, no hubo preguntas.
Sucedió algo por primera y única vez en las audiencias. El juez Andrés D’Alessio le dijo: “Podés retirarte”. Pero el tuteo no formaba parte de las reglas y enseguida se corrigió: “Su testimonio ha terminado”.
El error de Strassera que terminó en ovación
En una de las tardes del juicio, el fiscal Julio César Strassera cometió un “principio de blooper”. En lugar de “esta fiscalía” dijo “esta defen…”. No llegó a completar la palabra, pero los abogados de los militares se burlaron con risas socarronas. Strassera les cruzó una mirada severa y, épico, dobló la apuesta:
“Quiero aclarar, señor presidente, respecto a algunas sonrisas que he visto, que ésta es una defensa: la defensa de los intereses de la sociedad”.

El público lo celebró con una ovación, pero ese tipo de expresiones estaban prohibidas , y entonces el juez Jorge Torlasco lanzó el reto y amenazó con desalojar la sala.
Una de las constantes de los jueces era mostrar un rigor especial con Strassera y su adjunto Luis Moreno Ocampo. La imparcialidad también había que sobreactuarla. Muchas veces, al revés de la vida, era el joven Moreno Ocampo quien cumplía la función de moderar los arranques del veterano Strassera, hombre de carácter.
El pañuelo rebelde de Hebe de Bonafini
Quizá el momento más famoso de alta tensión en el juicio fue el que protagonizó la líder de las Madres de Plaza de Mayo Hebe de Bonafini, el día de la sentencia.
Cuando el juez León Arslanián estaba por arrancar con la lectura, alzó la vista y la vio con el pañuelo blanco colocado en la cabeza. La regla era clara: no se podían mostrar símbolos, ni insignias políticas. Nadie, mucho menos la propia Hebe, desconocían que el pañuelo lo era.
Dos comisarios de civil intentaron convencerla para que se lo sacara, pero no lo lograron. Entonces los dos fiscales fueron hasta el lugar donde estaba Bonafini, para convencerla. Fue toda una negociación. Primero se lo sacó pero lo puso en un lugar visible, sobre su pecho. Finalmente aceptó colocarlo sobre su falda, donde solo ella lo podía ver.
Años más tarde recordó que para el día final del juicio }les habían dado a las Madres un sola entrada y entonces la usó ella; "No les gustaba que me pusiera el pañuelo porque decían que era un símbolo político, y yo respondía: ‘¿Cómo, los milicos entran con la gorra y yo no puedo entrar con el pañuelo?’".
Habanos y un irritante apretón de brazo
El día de la sentencia hubo otra escena difícil de digerir. Sobradores, los abogados Mario Marcópulos y Miguel Angel Buero (del brigadier Basilio Lami Dozo y del almirante Isaac Anaya, respectivamente) fumaban habanos.
Un dato es que de los acusados solo Omar Graffigna, que sabía que iba a ser absuelto, estuvo presente en la sala en el momento de la sentencia. Cuando escuchó el fallo, su abogado, Roberto Calandra, le apretó afectuosamente el brazo. En ese momento Hebe de Bonafini volvió a colocarse el pañuelo en la cabeza y Arslanián, con la paciencia perdida, le dijo: "Señora, haga el favor de quitarse el pañuelo o de lo contrario abandone la sala."
"¡Me voy!", contestó la referente de Madres. Y lo hizo, con el pañuelo puesto.
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