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40 años del Juicio a las Juntas Militares

Luis Moreno Ocampo: "Milei propone investigar a las víctimas de la guerrilla y es compatible con el Juicio a las Juntas”

En una charla con PERFIL, el exfiscal reflexionó sobre el método que creó con Julio Strassera y que sentó las bases para la Corte Penal Internacional. Destacó el valor de la ley en un contexto de grieta y negacionismo. "La paz solo se logra cuando la narrativa incluye a todos los actores", dijo.

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Luis Moreno Ocampo. | Cedoc Perfil

A 40 años del histórico Juicio a las Juntas, Luis Moreno Ocampo —fiscal adjunto del histórico proceso— reflexiona sobre el legado que ese acontecimiento dejó no solo en la Argentina, sino también en el mundo. Para él, lo que unió a los argentinos en 1985 fue algo más profundo que una coyuntura política: fue la ley como punto de encuentro para sepultar las atrocidades del Nunca Más.

"El Juicio a las Juntas es la piedra fundamental de la democracia", dijo Moreno Ocampo, resaltando la necesidad de evitar la violencia política en un contexto convulso. La noción del respeto por la ley, reflexiona, en tiempos de grieta y redes sociales que simplifican el debate a un juego binario, sigue siendo revolucionaria. Se trata de una idea que en la actualidad cobra otro tenor, considerando la relectura que imprimió el binomio Milei-Villarruel respecto al capítulo más oscuro de la historia argentina.

"La gente de Kirchner tiene una opinión, la de Menem y la de Milei otra. Pero el Juicio a las Juntas es lo que da consenso a todos", sostuvo. En una charla con PERFIL, Moreno Ocampo amplió su testimonio y afirmó haber tenido "mucha suerte" de haber sido convocado por Julio Strassera para "crear un método" nuevo para procesar a los comandantes de la última dictadura militar por crímenes de lesa humanidad. Éste no solo se convirtió en un ejemplo para el mundo sino que sentó las bases para la creación de la Corte Penal Internacional (CPI), un organismo independiente que hoy condiciona a figuras como Vladimir Putin o Benjamin Netanyahu para que rindan cuentas.

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A 40 años del Juicio a las Juntas: cuál fue el papel de Raúl Alfonsín en el histórico proceso que condenó a los represores

Para Moreno Ocampo, el cine ayuda a traducir conceptos complejos a un lenguaje emocional y accesible. Por eso destaca el valor de la película Argentina, 1985 como un mecanismo para que las nuevas generaciones sientan lo que pasó y perpetúen la memoria del Nunca Más. A su juicio, el respeto a la ley y la posibilidad de castigar a los culpables de crímenes graves son los pilares que pueden sostener una sociedad democrática. "La lucha por la ley es la lucha por la civilización", repite como mantra.

Pero su mirada no se queda en el pasado. A la hora de hablar del presente, traza conexiones entre el juicio que puso fin a la impunidad de los represores argentinos y los desafíos actuales de la justicia internacional, en jaque por las guerras en Ucrania y en Gaza. Desde la necesidad de ampliar el alcance de la CPI —a la que define como un "milagro"— hasta los dilemas éticos de la guerra moderna. En tiempos en que la violencia global se parece más a una partida de Fortnite que a una batalla convencional (donde asegura que no habrá ganadores) Moreno Ocampo alerta: "La paz solo se logra cuando la narrativa incluye a todos los actores".

Entrevista a Luis Moreno Ocampo por el Juicio a las Juntas

—¿Cuál es su perspectiva actual del histórico Juicio a las Juntas?

Fue la culminación de un proceso que empezó en la campaña electoral. Raúl Alfonsín propuso investigar a los comandantes y que la ley de amnistía fuera anulada. Ganó con el 52% de los votos y eso es remarcable. La juventud lo apoyaba pero no así el radicalismo, que era un partido mucho más conservador que el alfonsinismo. Él peleó para hacer de la investigación del pasado una prioridad, a pesar de que le decían que estaba "poniendo en riesgo la democracia". En 1983 Alfonsín propuso algo épico que luego pareció claudicante: juzgar a los jefes de las juntas militares, a los guerrilleros y anular la amnistía. El juicio de las juntas comprende todo el proceso: la campaña electoral, su triunfo, el cumplimiento de las promesas como la CONADEP, el juicio de las juntas. Un paquete que transformó a la Argentina para siempre.

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Luis Moreno Ocampo.

Luego Menem, que había perdonado a los militares, reabrió las investigaciones en 1998 ya que estaba por viajar a París y no quería pasar vergüenza. Un mes antes hizo que un juez metiera preso a (Jorge Rafael) Videla. Luego lo celebraron como un héroe mientras que él decía que la justicia argentina era “la mejor del mundo”. En la época de Kirchner el proceso se acentuó, se dejaron las leyes sin efecto y se juzgaron a más de mil personas. En la actualidad, si uno mira el video que propuso el gobierno de Javier Milei, éste es compatible con el Juicio a las Juntas militares. Él propone investigar a las víctimas de la guerrilla y eso está bien. Y en realidad, el video de (Agustín) Laje cita la CONADEP y el Juicio, que es la piedra fundamental de la democracia. Todo el mundo está de acuerdo con que se trata de juicio y castigo, y que no es más un olvido.

— ¿Crees que la lectura del gobierno de Milei pone al mismo nivel a las víctimas de la guerrilla que a las del terrorismo de estado?

La idea de que hay víctimas mejores y peores es falsa. Si matan a tu papá, ¿qué importa para la justicia si era conservador o izquierdista? No pueden matar a tu papá y punto. Por supuesto que un grupo guerrillero no es un gobierno. El estado tiene otra responsabilidad y es otra la magnitud de sus crímenes, ya que tiene la capacidad de controlar todo. Justamente en Argentina del 76 todo el mundo sabía lo que la guerrilla o la Triple A hacían y lo repudiaban. Pero nadie sabía lo que hacía el gobierno militar, que tuvo censura absoluta. Por eso (Emilio) Massera, que era muy buen mozo, muy inteligente y muy maligno, en su alegato final dijo, "Estamos aquí porque ganamos la batalla, pero perdimos una acción psicológica”.

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Entonces, creo que el juicio se libra muchas veces primero en la corte y luego también en la memoria. Por eso la película Argentina 1985 fue tan importante, porque hizo que las jóvenes se enteraran de algo que no conocían. Como es tan grave el problema y hay tantas víctimas que el debate cambia según la opinión de la gente. La gente de Kirchner tiene una opinión, la gente de Menem o de Milei tiene otra, pero el juicio de la Juntas es lo que da consenso a todos.

— ¿Qué significa que el proceso que lideró Alfonsín fue “épico” pero "claudicante"?

Alfonsín fue épico porque prometió juzgar a los comandantes y recibió el apoyo masivo, algo absolutamente innovador en una América Latina dominada por dictaduras. Lo que ocurrió fue que la ley para implementar su proyecto fue reformada por un legislador con un hijo desaparecido sobre los oficiales que habían cometido actos atroces y aberrantes como la tortura.

Recuerdo un juez de la Cámara Federal que decía, "Somos dos trenes bala en la misma vía en sentido opuesto." Alfonsín quiso volver a su propuesta original con la ley de punto final y con la ley de obediencia debida, que la sacó después del amotinamiento. Esto pareció una claudicación, pero en realidad su propuesta siempre había sido esa, juzgar solamente a los máximos responsables, que en realidad es la política que adoptó Naciones Unidas en el Tribunal de Sierra Leona y era la política que yo como fiscal de la Corte Penal Internacional adopté también ahí porque la verdad que es muy complicado, no se puede investigar todo el mundo.

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Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo.

El innovador "método" de Strassera y Moreno Ocampo para el Juicio a las Juntas

En 1985, el flamante fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo enfrentaba el dilema de cómo seleccionar a quiénes investigar por crímenes cometidos en la Capital Federal, en un contexto en el que la ley de ese entonces exigía juzgar a todos pero sin un criterio claro de priorización. Buscando orientación, habló con un fiscal de los Juicios de Nuremberg, quien le contó que allí eligieron juzgar a solo 22 personas simplemente porque había 22 sillas en el tribunal, aunque tenían pruebas para miles.

"No hubo criterio sino una decisión discrecional", comentó al respecto, anclándose en lo posible versus lo ideal. Esa respuesta, además, le reveló que muchas veces no hay una lógica jurídica absoluta, sino decisiones políticas o de contexto que también pueden ir cambiando según el momento de la historia. Lo mismo, dice, ocurre hoy: mientras líderes como Putin o Netanyahu son protegidos, otros como el expresidente filipino Duterte pueden ser arrestados apenas se emite una orden. La justicia, entonces, avanza cuando puede, mientras la política hace lo suyo.

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— Parafraseando, en una entrevista con PERFIL dijo que la fiscalía debió "inventar" un método para juzgar a los comandantes, un hecho inédito hasta el momento y que luego Argentina exportó al mundo. ¿Es consciente del peso que tiene en la historia?

De lo que estoy consciente es que tuve una suerte bárbara en la vida. Yo nunca pensé en ser fiscal sino que estaba obsesionado con la educación. Cuando llegó la democracia, todo mi trabajo era académico. Era subdirector del instituto de investigación de la facultad, daba un curso penal muy original y mantenía mi cargo en la Procuración General de la Nación, donde preparaba dictámenes para la Corte Suprema. Cuando Julio (Strassera) me llama y me ofrece ser fiscal adjunto, yo le avisé que nunca en mi vida había hecho un juicio penal.

Entonces, me respondió: "Mejor, pues si investigamos como lo hacemos normalmente, no llegaremos a ningún lado". Entonces, Julio me dio vía libre para investigar como yo quisiera así que inventé lo que me pareció razonable. Armamos un equipo de jóvenes, hicimos que Julio tomara declaraciones que la gente le confiaba entonces nosotros los llamábamos y ellos venían corriendo. En la película Argentina 1985 se ve bien en la escena donde los chicos están en las mesas tomando declaraciones. Estábamos todos obsesionados con conseguir la prueba.

Me acuerdo siempre de Nicolás Corradini, uno de los chicos, que atendió a una señora llorando. "Me dieron un documento y me devolvieron a mi hijo en una bolsita con huesos". A lo que Nicolás le dijo: "Pero señora, su caso es fantástico". Pues nosotros estábamos obsesionados con conseguir la prueba. Y eso fue lo que cambió. Los comandantes se defendían diciendo que eran responsables de todo pero que acá “no había pasado nada”. Sus defensores, que la mayoría habían sido jueces, sabían que el modelo "normal" no podía probar los hechos. Entonces, todo el mundo apostó a que no se podía probar los hechos. Entonces, aparecimos nosotros con la carretilla que muestra la película con miles de hojas, miles de expedientes y 2000 testigos. Nadie nos podía parar ya.

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— Pensando en la deshumanización, ¿cómo te afectaron a nivel personal relatos de las víctimas?

Los testimonios eran brutales. El testimonio de Adriana Calvo, la primera víctima que mostramos, transformó todo. Mi madre me llamó por ese caso. Su frase real fue mejor que la de la película dirigida por Santiago Mitre: "Yo todavía quiero a Videla, pero vos tenés razón, tiene que morir preso". Entonces, me da la impresión de que la gente se queda con las emociones.

A mí me interesaba mostrar que era una burocracia cometiendo crímenes. Videla dio las órdenes y los generales las implementaron. Hay un testigo del juicio a las juntas, un abogado. Cuenta que lo llevan esposado ante un coronel. El coronel le dice: “¿Usted es abogado?” —“Sí.” —“¿Sabe hacer un sumario?” —“Sí.” —“Bueno, arrestamos una célula guerrillera. Uno de los montoneros dice que tenían 150.000 dólares y solo recuperamos 15.000. Va a haber un problema con los superiores.” —“¿Y yo qué quiere que haga?” —“Usted haga un sumario.”

Le sacaron la capucha, lo sentaron, tomó declaración a los oficiales y concluyó que el montonero había mentido. Al día siguiente, le dieron un postre extra porque el general había aprobado el informe. Eso muestra cómo funcionaba la burocracia. No era gente aislada. Por eso estuvo muy bien empezar por los máximos responsables, los comandantes.

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— ¿Qué pasó con el juicio a los cómplices civiles de la dictadura?

El empresariado argentino es muy responsable del golpe. Antes del golpe, la Unión Industrial Argentina (UIA) se comprometió a manejar la economía. Martínez de Hoz fue ministro porque era presidente de la UIA, no porque lo eligieran los militares. Ellos dijeron: "Ustedes manejan la economía, nosotros a las guerrillas". Los empresarios son responsables políticamente, pero no estaban metidos en el plan represivo. De hecho, un subsecretario del equipo de Martínez de Hoz también fue secuestrado.

Había una política empresarial que descreía de las instituciones. Estaban asustados, los mataban en sus propias fábricas. Pero apoyar el golpe fue una decisión política. También lo fue la de muchos líderes políticos. En el ‘76, el gobierno no tenía ninguna idea de cómo enfrentar la violencia. Había tenido a López Rega en el Ministerio de Bienestar Social armando la Triple A, y los montoneros eran parte del movimiento peronista. Era un problema interno muy complicado. El radicalismo tampoco tenía una propuesta para investigar el terrorismo. Por eso los militares fueron los únicos que ofrecían algo.

Me parece que una cosa que tenemos que aprender es que hoy, por suerte, no hay violencia política. Tuvimos un atentado a la vicepresidenta, pero fue un hecho aislado, aparentemente. Es muy importante que eso no vuelva. Tenemos que tener una estrategia firme contra el crimen organizado que respete la ley. Y tiene que ser regional, porque el crimen organizado no es solo argentino, es regional.

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— ¿Es necesaria una ley contra el negacionismo en Argentina?

Yo no creo en leyes que prohíban hablar. Estoy en Estados Unidos dando clase, un país donde hay leyes que persiguen, sancionan y tildan de antisemitas a las universidades que discuten lo que pasa en Gaza hoy. Eso es una locura. La paz se logra cuando la narrativa incluye a todos los actores. Y justamente, en el kirchnerismo había actores vinculados al movimiento de cambio social que tienen más afinidad con las víctimas, y en el gobierno de Milei, hay quienes tienen afinidad con los militares asesinados. Ambos piden juicio y castigo creo el Juicio a las Juntas los integra.

— A pesar de esta lectura hiper politizada del Juicio a las Juntas, a fin de cuentas hay un denominador común que es el imperio de la ley.

El Juicio a las Juntas muestra que el imperio de la ley es lo que nos une a todos los argentinos. En el 83, Alfonsín terminaba sus actos ante un millón de personas recitando la Constitución. El primer día de su gobierno, desde el Cabildo, empieza: "Estamos acá para afianzar la justicia", y 500.000 personas lo recitan con él. Ese momento es único, irrepetible, bárbaro, increíble. Eso todavía perdura con todas las miserias argentinas.

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Hoy las redes sociales nos dividen. La inteligencia artificial se basa en relaciones binarias, entonces nos hacemos binarios en la discusión política. Lo que pasó en la Argentina en el 85 es difícil de repetir. Mi madre leía La Nación, que no estaba contenta con el juicio, igual se convenció. Nosotros (NdR: en el juicio) teníamos probado un plan aprobado por los comandantes. Hoy, tanto Kirchner como Milei basan sus posturas en investigación y castigo: la ley como denominador común de los argentinos.

La Argentina del 76 fue un plan del cual los militares estaban orgullosos. Y eso lo probamos. Fue magnífico y permanece. Por eso no querían sacar la amnistía: no se sentían culpables. Ellos no bombardearon ciudades sino que secuestraron personas y a otras las torturaron para obtener información. A algunos los dejaron en libertad y a otros eligieron matarlos sin juicio, un método que es ilegal e incluso criminal. Como las guerrillas se esconden, el gran tema en la lucha antisubversiva era cómo determinar quién era guerrillero y quién no. Y usaron la tortura. En cambio, por ejemplo en Gaza, identifican a las personas con inteligencia y aún así bombardean. Y eso es mucho peor.

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