A propósito de la súbita visita presidencial a Bahía Blanca, cinco días después del inicio de las lluvias que arrasaron con la ciudad, convendría que el mega aparato comunicacional oficialista, y el propio Javier Milei, no se dejen tentar por convertir ese viaje justificado en un show de vanidades políticas.
Lamentablemente, hay antecedentes muy recientes para ser pesimistas al respecto. En Bahía Blanca. En estas inundaciones. En diferentes niveles en los que debe hacerse presente el Estado (de verdad, no de pico).
Repasemos de menor a mayor el penoso espectáculo de los montajes.
Seguro que el más modesto fue hasta ahora el del intendente bahiense, Federico Susbielles, que difundió una galería fotográfica donde se lo ve “en acción”, así como a cuadrillas municipales en el despeje de alguna calle.
El ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, con más recursos, metió algún video con imágenes musicalizadas. Él como protagonista y Axel Kicillof casi como actor secundario.
Con más ambiciones, la ministra de Seguridad Nacional, Patricia Bullrich, encabeza varias filmaciones, también con convenientes bandas de sonido alegóricas. Como si no bastara con mostrar el desastre, hay que sumarle música de películas de catástrofe.
Acompañada por el fiel ministro de Defensa, Luis Petri, (otro fan de los sets), Bullrich y su equipo ni se privaron del morbo. Hasta grabaron escenas de la camioneta de Andreani rodeada de agua en la que un chofer que murió ahogado intentaba poner a salvo a dos pequeñas que siguen desaparecidas.
Todas estas acciones comunicacionales se realizan con fondos públicos y requieren de equipos humanos y tecnológicos que podrían usarse en otros menesteres, en especial ante un desastre como el que vive Bahía Blanca.
Pero lo que tal vez más llama la atención es la desconexión de las autoridades del Estado (en los tres niveles: municipal, provincial y nacional) con la ayuda y la contención que demandan las víctimas.
Acaso les resulte prioritario mostrarle a todo el mundo que están ahí, en vez de ocuparse de lo que verdaderamente importa, que es la asistencia silenciosa y eficiente frente a la calamidad climática, mezclada con imprevisión y falta de inversión. Sin necesidad de cámaras.
Javier Milei llegó a Bahía Blanca para supervisar la asistencia tras la tragedia climática
Encima se multiplican las quejas de los vecinos afectados ante los medios de comunicación sobre la ausencia de la ayuda estatal. En muchos casos ni siquiera registran su presencia, en contraposición al valor de la solidaridad de vecinos y voluntarios.
En medio de la desgracia bahiense, con gente fallecida, desaparecida o que perdió todo, hay funcionarios preocupados y ocupados en filmarse. El despropósito es total.
Aun en esta era frenética de difusión por las redes, no todo puede ser parte de un circo. O no debería. Ojalá el Presidente y su comitiva eviten sumarse a esta práctica funesta y recurran al recato. Ojalá.