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Interna peronista

Che Kicillof

Lejos de intentar el tendido de puentes, la ruptura entre Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof parece acelerarse y profundizarse. Cuánto falta para un posteo con el sello CFK, como los que le dedica al Presidente, con su ya clásico “Che, Milei”, pero dirigido a su ex hijo político.

Cristina Kirchner y Axel Kicillof
Cristina Kirchner y Axel Kicillof en uno de los últimos actos que compartieron juntos, en La Plata. | Noticias Argentinas (archivo)

Lejos de intentar el tendido de puentes, la ruptura entre Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof parece acelerarse y profundizarse. Las descalificaciones que se regalan desde los nuevos bandos -de “golpe institucional” a “traición”- serán diplomáticas en comparación a lo que puede venir.

El motivo aparente de la discordia, se sabe, es cuándo se vota este año en la provincia de Buenos Aires, un territorio clave en la elección nacional y el reducto donde el kirchnerismo concentra su poder.

CFK, junto a La Cámpora, creen que lo mejor es que los comicios provinciales coincidan con los nacionales, en octubre. El argumento es que así concentran fuerzas en una sola campaña, pese a la complicación de votar con dos sistemas distintos (boleta sábana provincial y boleta única papel nacional).
Esa concurrencia de procesos electorales el mismo día, según Kicillof, “es inviable”. Por lo que esta semana firmó el decreto para adelantar la votación legislativa bonaerense al 7 de septiembre.

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Horas antes, Kicillof mantenía un último y tenso encuentro con Máximo Kirchner y Sergio Massa (que hace equilibrio o juego propio) para intentar zanjar, en vano, estas diferencias. El gobernador y la expresidenta hace muchos meses que no se hablan.

La escalada avanza. El kirchnerismo duro amaga con que su sector, primera minoría en la Legislatura provincial, sancione el proyecto de ley ya presentado por Teresa García para votar el mismo día, pese al decreto promulgado. Y ratificar que se hagan las primarias, que Kicillof quiere postergar, para que el peronismo bonaerense laude su interna en listas separadas. Con Cristina de candidata, obvio.

Irónicamente, habría que preguntarse al respecto cuánto falta para un posteo con el sello CFK, como los que le dedica al Presidente, con su ya clásico “Che Milei”, pero dirigido a su ex hijo político.

Kicillof, por su parte, maniobra y aguarda no solo sobre el cuerpo legislativo bonaerense, para que respeten su decisión, sino también sobre su propio gabinete, en el que tiene amplia representación el cristinismo. ¿Se van, los echan o disimulan?

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Lo más curioso de este conflicto, impensado hasta hace un tiempo, es que las posturas están sostenidas en supuestos. Tanto Kicillof como CFK atan sus respectivas posiciones opuestas a que son el mejor camino para posibilitar una victoria peronista en el distrito más poblado del país. Sobre todo, ante un oficialismo nacional envalentonado por ciertas encuestas.

Amén de qué anteriores suposiciones electorales del peronismo (y de cualquier fuerza, podríamos agregar) han sucumbido ante la realidad de las urnas, esta fractura en el corazón del kirchnerismo desnuda que hay otra variable crucial en juego: hay jefa o hay jefe.

El gobernador ya había dado indicios de autonomía el año pasado, cuando evitó avalar la postulación de Cristina a la presidencia del PJ. Lo mismo cuando lanzó una nueva corriente política que exceda al peronismo. Adolece de una suerte de estrés postraumático. El riesgo de ser visto como la reencarnación política de Alberto Fernández.

La expresidenta se resiste al retiro. Sobre todo cuando no lo decide ella. Y está dispuesta a dar pelea, azuzada por su grupo de incondicionales.
La puja está mucho más allá del armado de las listas provinciales o nacionales. Incluso de la sucesión en la gobernación y de la candidatura presidencial peronista 2027. Como ha sucedido en otras ocasiones, la madre de todas las batallas en los personalismos políticos argentinos es saber quién conduce.

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