La ciudad de Brasilia, donde se concentra el poder político y judicial, vivió en la noche del miércoles una situación de pánico que dejó a muchos en vela. Un hombre, de edad mediana, hizo explotar su propio auto en un estacionamiento del Congreso. Minutos después corrió hacia el cercano edificio del Supremo Tribunal Federal, donde en una acción suicida logró hacer estallar el cinturón con explosivos que rodeaban su cintura. Todo ocurrió a las 19,30, en un área próxima al Palacio del Planalto, la casa de gobierno, pero el presidente Lula da Silva había salido dos horas antes. Los legisladores se vieron obligados a suspender las sesiones, tanto en Diputados como en el Senado, y debieron evacuar rápidamente el Parlamento; en tanto, lo mismo ocurrió con los jueces de la Corte en cuyas puertas sobrevino el segundo atentado.
En Brasilia, la Plaza de los Tres Poderes concentra en poco más de 26.000 metros la suma del mando del país, al rodear los predios del Ejecutivo, del Legislativo y de la Justicia. Fue allí donde el 8 de enero de 2023, una masa de gente descontrolada atacó las icónicas edificaciones y arrasó sus interiores, en lo que había de constituirse en un intento de golpe de Estado pocos días después de la ascensión de Lula a la presidencia.
Todavía no fueron esclarecidos los motivos para las bombas de ayer, pero en principio no parecen haber obedecido a una acción planificada con el objetivo de derribar al líder brasileño. Es cierto, sin embargo, que el autor material de los hechos, el terrorista suicida Francisco Wanderley Luiz, de 59 años, pertenecía al Partido Liberal de Jair Bolsonaro y antes de morir, confesó a través de la Plataforma X su odio por los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso y José Sarney, por el actual vicepresidente Geraldo Alckmin y por el periodista William Bonner. A ellos los describió como “comunistas asquerosos”. Sin duda, se trató de un bolsonarista acérrimo, cuya violencia lo indujo a querer volar el Palacio de Justicia. Como no logró entrar en el edificio pensó, entonces, que mejor era morir a lo grande con un último acto: recostarse en el suelo, cerca de los portones de la Justicia, y detonar los explosivos que se había colocado en el cuerpo.
Quienes conocían al individuo, nacido en un pueblo de Santa Catarina, dijeron que éste se encontraba apesadumbrado por haber vivido “una separación”. Recordaron, además, que en 2020 intentó subir en la escalera de la política, pero fracasó ya en el escalón más bajo: se presentó como candidato a concejal y obtuvo apenas 98 votos. Ahora, podrá tener algo de la fama que seguramente deseaba en aquel momento; y quién dice, su nombre figure en el futuro en algún libro periodístico; pero se trata de una gloria efímera.
Seguramente, los testigos de las explosiones no podrán olvidarlas, por tratarse de algo excepcional en la vida cotidiana. A las 7 de la tarde, son centenas de funcionarios que salen de las oficinas públicas, pues la Plaza de los Tres Poderes continúa en la avenida llamada Explanada de los Ministerios. La mayoría de ellos toma ómnibus en el lugar. A estos empleados estatales les tocó la mala suerte de ver y oír los estallidos. Asustados por las circunstancias, varios testigos contaron que vieron “un hombre salir de un estacionamiento en la Cámara de Diputados con una mochila”
. Luego dijeron haber visto al individuo permanecer parado por unos breves momentos frente a la estatua de la Justicia, ubicada frente a la Corte Suprema. Los relatos indicaron que el terrorista de extrema derecha “sacó un extintor de la mochila, mientras se aproximaban los ordenanzas del edificio”. Al ver a los guardias, Francisco Wanderley se abrió la camisa y les mostró el cinturón de explosivos que portaba; así logró alejarlos rápidamente del lugar. Poco después la detonación ensordeció y aterrorizó a quienes se encontraban en las inmediaciones.
Fue tan atroz el estruendo que repercutió fuerte en el interior del Palacio de la Corte, y obligó a evacuar rápidamente el edificio. También se llegó a escuchar en la propia sede del gobierno federal, que queda a unas pocas cuadras de distancia en un espacio abierto. Según el relato posterior de la vicegobernadora del Distrito Federal, Celina Leao, el suicida había alquilado un vivienda en Brasilia pocos días antes de ejecutar el atentado.
Fuentes del Planalto dijeron que después de estos acontecimientos, el presidente Lula da Silva se reunión con los jueces de la Corte en su residencia oficial, el Palacio de la Alvorada. Allí estuvo el célebre Alexandre de Moraes, que tiene em sus manos el juicio de los manifestantes que buscaban dar el Golpe en enero del año pasado. En la cita, lo acompañaron otros dos jueces: Gilmar Mendes y Cristiano Zanin, además del director general de la Policía Federal, Andrei Rodrigues.
La gran preocupación del momento, en los niveles oficiales, es que se aproxima la Cumbre del G20 en Río de Janeiro, donde se reunirán más de una veintena de presidentes (entre ellos Javier Milei). Entre los mandatarios figuran nada menos que Joe Biden y el chino Xi Jinping. Este último estará además en Brasilia el próximo miércoles, en una vista de Estado a Brasil.
LT