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Ana Frank, ícono de la resistencia contra el nazismo y autora de páginas eternas

La familia Frank se refugió en Ámsterdam hacia 1942. Antes de ser capturada por los nazis, la joven Annelies Marie Frank, nacida un 12 de junio, dejó un testimonio extraordinario sobre la oscura pesadilla totalitaria de la Segunda Guerra Mundial.

Ana Frank
Ana Frank | Museo Ana Frank

Annelies Marie Frank sigue interpelando a las generaciones actuales como un ícono mundial de la resistencia contra el nazismo. En las inolvidables páginas popularmente conocidas como el Diario de Ana Frank la entonces joven autora plasmó con lucidez un testimonio en primera persona de la aterradora experiencia que le tocó padecer a su familia y a otras victimas del Tercer Reich.

Nacida en Frankfurt del Meno el 12 de junio de 1929, Frank era la segunda hija de Otto y Edith. Junto con su hermana mayor, Margot, conformaron una familia de judíos germánicos.

El padre de Ana tenía una empresa y habitaban en un barrio donde convivían católicos y judíos.

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Transcurrían los años '30 de una Alemania dañada en lo moral y en lo económico, luego de su derrota en la Primera Guerra Mundial. Un campo fértil para el surgimiento de ideas extremas, combativas y totalitarias. En ese ámbito surgió el nazismo, con su marcado sesgo antisemita como expresión vigorosa.

Ante esa situación, la familia Frank decidió emigrar hacia los Países Bajos en 1942, todavía libre de la conquista del régimen de Adolf Hitler.

En Ámsterdam, Otto instaló su empresa. Sin embargo, la noticia sobre la proximidad de los nazis hacia los Países Bajos se volvió más frecuente, lo cual ponía nuevamente en peligro a la familia Frank.

La intolerancia contra los judíos se hizo oficial cuando el Tercer Reich invadió, finalmente, los Países Bajos. Ante el opresivo clima, los Frank vivieron detrás de la empresa, en un espacio de 50 metros cuadrados, que se conectaba con el frente que daba a la calle a través de un pasillo estrecho.

Museo de Ana Frank
Museo de Ana Frank.

La familia vivió 25 largos meses de encierro para evitar la captura de los alemanes. En ese contexto, nació “El diario de Ana”, uno de los documentos más conmovedores sobre la Segunda Guerra Mundial.

Con muy pocas tareas que hacer en el escondite, Ana volcó su íntima mirada en aquella pequeña libreta encuadernada con una tela a cuadros rojos y verdes.

Ese manuscrito tiene la recompensa de haber sido declarado por la Unesco como 'Memoria del Mundo'. Sus miedos y el terror nocturno por las alarmas antiaéreas fueron ejes de un testimonio escrito inolvidable.

“Después de mayo de 1940, los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás”, escribió Ana en su diario, el 20 de junio de 1942. Un mes después, llegó el paso a la clandestinidad de los Frank.

Un allegado de la familia recogió las hojas del diario que arrojaron los nazis cuando entraron a su casa. La persona guardó esos textos para dárselos a Ana cuando la liberaran, pero ella jamás regresó.

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Todavía se desconoce quién delató ante las fuerzas alemanas el escondite de la familia Frank, detenida en agosto de 1944.

Desde la casa del fondo, todos fueron trasladados a un campo de detención en Westerbork, un paraje de los Países Bajos.

En septiembre de ese año, la familia fue dirigida hacia la casa central de la muerte en la Europa de los 40: Auschwitz. Un laboratorio metódico y profesional de la perversión humana.

Los Frank viajaron como ganado durante tres días en un tren de vagones repletos de prisioneros hacinados.

Llegaron el 2 de septiembre de 1944 y ese mismo día 549 víctimas fueron enviadas a las cámaras de gas. Ana eludió ese destino porque había cumplido 15 años hacía apenas tres meses.

Entonces, la desnudaron, la desinfectaron y le tatuaron el número de identificación. Estaba calva y demacrada. Ana, Margot y Edith fueron enviadas a desmontar baterías del ejército alemán. Fue una tarea dura, sucia e insalubre por los vapores del cloruro amónico.

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A su vez, Ana no volvió a ver a su padre. Poco después de llegar, Edith, su madre, murió agotada por los trabajos forzados y las infecciones provocadas por el hacinamiento.

Ana terminó con la piel cubierta de costras.

En febrero de 1945, una epidemia de tifus se propagó por todo el campo de concentración. Se estima que terminó con la vida de 17.000 prisioneros.

Su hermana Margot murió como consecuencia de un golpe en la cabeza, al caerse por su debilidad extrema.

Ana falleció alrededor de mediados de febrero, a pocos meses de ingresar las fuerzas aliadas a liberar a los detenidos en los campos de concentración.

De toda la familia, sólo sobrevivió su padre Otto, que regresó a Ámsterdam, donde un allegado le entregó “El diario de Ana”.

Dicen quienes la conocieron en Alemania, antes de emigrar, que Ana era locuaz, divertida y siempre sonriente.

En aquel espacio de escondite, Ana escribió en una de las hojas de su diario lo siguiente:

“Mientras la humanidad entera, sin excepción, no sufra una gran metamorfosis, la guerra seguirá haciendo estragos y todo cuanto se ha construido, cultivado y desarrollado volverá a ser cortado de raíz y aniquilado para volver a empezar a continuación”.


Fuente: Radio Perfil

CA / ED