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IGUALDAD EN LOS NEGOCIOS

Mujeres indígenas, rurales y migrantes: cómo superar los obstáculos al emprender

La Cooperativa Mujeres Artesanas de Gran Chaco comenzó con ocho mujeres en 2005 y, hoy, con 2600 integrantes, venden sus productos en el exterior. Jessica Sosa, su líder, explica el aprendizaje colectivo. Lo hizo en el Foro Gli Latam, que busca impulsar la inversión con enfoque de género, y que tuvo esta semana su edición en Buenos Aires.

MUJERES INDÍGENAS
EXPOSICIÓN. Jessica Sosa contó desde el escenario que, antes, no se animaba a hablar en público. | CEDOC

“Yo no me animaba a hablar y ahora estoy acá”, dijo Jessica Sosa, de la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco (Comar), cuando le preguntaron sobre los principales retos que había tenido como miembro y líder de una organización que empezó con ocho mujeres y hoy reúne a más de 2600 de las comunidades wichí, qom y pilagás.

Fue en el marco del Foro Gli Latam, organizado por Pro Mujer, que se realizó entre el 4 y el 6 de junio en la Usina del Arte en Buenos Aires, y cuya propuesta fue hablar de Inversión con Enfoque de Género (o GLI por las siglas en inglés de “Gender Lens Investing”). 

Desde 2005, cuando fue creada, la cooperativa del Gran Chaco no solamente logró ampliar la cantidad de integrantes de una manera exponencial, sino que los productos artesanales de estas mujeres llegaran a venderse en Nueva York y que fueran valorados como lo que son: piezas hechas a mano con un gran trabajo detrás, y que incluyen métodos de producción sustentables.

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Sosa explicó que para poder crecer tuvieron que romper barreras, animarse a salir de sus comunidades con sus productos, pero también con su liderazgo, para que otras personas conozcan su trabajo y –sobre todo– las conozcan a ellas. “Mostrar que nosotras estamos, que nosotras existimos, que nosotras podemos como mujeres indígenas”, agregó.

El trabajo de Comar va desde la capacitación en la puesta en valor de los productos locales hasta la vinculación con los diferentes mercados, entre ellos el extranjero. 

“Ahora nosotras estamos poniendo en valor nuestras artesanías. Y es un reto, porque hay que organizar a esas mujeres, pero también saber cómo dar valor a esos productos. Siempre nos estamos reuniendo y hacemos una gran red”.

La discriminación fue uno de los principales obstáculos en ese camino. “Como mujeres hemos pasado por muchas dificultades. Pero todo nos fortaleció, todo lo que fuimos pasando nos hace pensar que lo superamos y podemos. A las mujeres emprendedoras les diría que los obstáculos pueden superarse. Yo antes no me animaba a hablar y ahora estamos capacitando a muchas mujeres para que se animen también”. 

El trabajo en conjunto y en red es fundamental para potenciar resultados

Del mismo modo, las mujeres rurales crean redes para potenciar sus capacidades y emprendimientos. La principal barrera que encuentran en este sentido es la conectividad. Pero la Red de Mujeres Rurales (Argentina) y Microempresas Colombia, cuyas representantes también participaron de las actividades del foro, coincidieron en resaltar que los encuentros presenciales tenían ventajas: en comunidades rurales de Colombia las emprendedoras esperan el día del encuentro para intercambiar experiencias y para salir del círculo de sus hogares, donde las tareas de cuidado tienen un rol preponderante. 

El acceso al financiamiento a las mujeres fue transversal al foro, en donde además se trataron temas como inteligencia artificial e inclusión, economía de los cuidados, acción climática con enfoque de género, políticas públicas y acceso a la salud.

Al respecto, María Noel Vaeza, Directora Regional de ONU Mujeres para las Américas y El Caribe, señaló que el acceso al financiamiento de las mujeres sigue siendo muy deficitario, e insistió en la necesidad de que no existan líneas específicas para mujeres, sino equidad a la hora de poder tomar créditos: las mujeres tienen una tasa más baja de mora que los hombres, pero reciben mucho menos dinero. 

En el caso de las mujeres migrantes, no solamente el acceso al crédito para emprender puede ser un impedimento, también encontrar un trabajo en el que reciban igual remuneración que los hombres por el mismo trabajo. 

Las mujeres representan un número cada vez mayor en proporción, y hoy son casi el 50% del total de las personas que migran. En el caso de Argentina, por ejemplo, esa cifra asciende a 54%. Pero, a pesar de ser cada vez más pioneras en el proceso, siguen teniendo grandes dificultades a la hora de integrarse laboralmente: no solamente por el pago, sino también por la característica de las tareas a las que –se piensa– “naturalmente” estarían destinadas. 

La conferencia sobre mujeres que cruzan fronteras concluyó que el trabajo en conjunto es fundamental para lograr resultados. Despojarse de la discriminación, los prejuicios –y de una narrativa contra las migraciones que crece en los países de la región, según explicó Gonzalo Roqué, de la Fundación Avina– es un paso necesario para advertir las oportunidades que las mujeres migrantes representan para las economías de destino.

Y despojarse de todos esos prejuicios también implica un trabajo interno, un camino en el que el liderazgo surge por el empoderamiento económico, y viceversa.