“Las mujeres no necesitan que les demos una voz, porque ya la tienen”, afirmó a PERFIL Carmen Correa, CEO de Pro Mujer, que esta semana fue una de las pocas representantes latinoamericanas en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Allí reflexionó sobre los desafíos y potencialidades de las mujeres de la región.
“América Latina enfrenta retos únicos en cuanto a la brecha de género, pero también cuenta con oportunidades específicas que pueden ser aprovechadas para impulsar un cambio significativo”, destacó.
Entre los desafíos, prosiguió, “destaca la alta desigualdad socioeconómica, con el 24% de las mujeres viviendo en condiciones de pobreza y solo el 47% participando en el mercado laboral”. La falta de acceso al financiamiento es otro de los problemas: “para el 73% de las microempresas lideradas por mujeres limita el crecimiento de estos negocios, pero apoyar estos emprendimientos representa una oportunidad de 93 billones de dólares para la economía regional”. La interseccionalidad juega un rol importante: el acceso a diferentes oportunidades de crédito es menor para mujeres indígenas, migrantes o rurales, señaló.
Opina que la región tiene una oportunidad única de dar soluciones inclusivas
“Sin embargo, la región también tiene la fortaleza de contar con una población joven y emprendedora. Muchas mujeres lideran iniciativas innovadoras en sus comunidades, especialmente en sectores de la economía informal, las industrias creativas y la tecnología, mostrando un enorme potencial cuando se les brinda acceso a recursos y capacitación”, enfatizó Correa.
En ese sentido, entiende, la región “tiene una oportunidad única de liderar con ejemplos de alianzas intersectoriales -entre gobiernos, empresas privadas y ONG- para diseñar soluciones inclusivas que respondan a las necesidades específicas de las mujeres. Aprovechar este potencial no solo permitirá reducir las desigualdades, sino también contribuirá al crecimiento económico y social”.
Durante el intercambio de ideas del que participó Correa en Davos, surgió un dato que en principio parece muy desalentador: según el informe Global Gender Gap 2024, alcanzar la paridad de género global tomaría 134 años.
“Acelerar este proceso requiere un compromiso inmediato y sostenido tanto del sector privado como del público, a través de estrategias específicas y la implementación de buenas prácticas que ya han demostrado ser efectivas”, detalló. Desde el sector público, las decisiones deberían estar orientadas hacia la promoción de la igualdad salarial, y aquellas “que incentiven la participación de las mujeres en sectores tradicionalmente masculinizados y amplíen el acceso a financiamiento y recursos para emprendedoras”. Como ejemplos de éxito en este sentido señaló “los programas de presupuesto con perspectiva de género en países como México y Argentina, que han logrado visibilizar las necesidades específicas de las mujeres”.
Por otro lado, “desde Pro Mujer apoyamos a las empresas a implementar políticas de diversidad e inclusión, que aseguren igualdad de oportunidades en el acceso, desarrollo y promoción laboral, a través de las asesorías de nuestro Gender Knowledge Lab (GKL)”, señaló. En este sentido, las alianzas intersectoriales “son indispensables”, destacó.
La educación con perspectiva de género debe dirigirse también a los hombres
“Un elemento transversal es la educación con perspectiva de género, que no solo debe dirigirse a mujeres, sino también a hombres, para deconstruir estereotipos y transformar las estructuras que perpetúan la desigualdad”. Además, “es crucial escuchar las voces de las mujeres, comprender sus realidades diversas y diseñar estrategias que respondan directamente a sus necesidades”. Y agregó que “cuando se combina su experiencia con herramientas modernas como capacitación, acceso al financiamiento o plataformas digitales, los resultados son extraordinarios”.
“Un ejemplo claro son las artesanas rurales que, al recibir formación en diseño y comercialización, han logrado colocar sus productos en mercados nacionales e internacionales. O mujeres indígenas que, al organizarse en cooperativas, fortalecen no solo su economía, sino también su tejido social”.
Por su parte, “las mujeres migrantes, muchas veces obligadas a adaptarse rápidamente a entornos nuevos y desafiantes, destacan por su resiliencia y creatividad. Su capacidad para emprender incluso en contextos adversos es notable”.
La clave, concluyó, “está en dejar de verlas como beneficiarias pasivas y reconocerlas como agentes de cambio con un potencial transformador. Si logramos aprovechar y potenciar estas fortalezas, estamos no solo cerrando brechas, sino construyendo sociedades más inclusivas y sostenibles”.