OPINIóN
A 47 años de su muerte

Juan Domingo Perón y su legado

Hoy se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del General Perón, quien, con casi 80 de años de edad y la salud quebrantada, regresó al país tras 18 años de forzoso exilio a sacrificar hasta el último aliento en favor de la Patria de los argentinos.

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Asunción de Juan Domingo Perón e Isabel Perón,1973 | Redes sociales

Hoy se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del General Juan Domingo Perón, quien tras dieciocho años de forzoso exilio, y con casi ochenta años y la salud quebrantada, regresó al país a sacrificar hasta el último aliento en favor de la Patria de los argentinos.

Tal vez –alertó– éste sea uno de los mayores aportes que puedo hacer a mi patria. Sólo con su entrega, me siento reconfortado y agradecido de haber nacido en esta tierra argentina”.

Se había despedido poco antes frente a la multitud anunciando que su único heredero era el pueblo y que su palabra sería siempre la “música más maravillosa”.

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Juan Domingo Perón habla al pueblo.

 

La verdad es que Perón no murió ese 1 de julio de 1974. Perón pasó a la inmortalidad. Y desde esa inmortalidad volverá siempre que los argentinos necesitemos retomar el derrotero de una Argentina como unidad de destino: Justa, Libre y Soberana. 

Durante casi dos décadas, millones de argentinos pelearon por su regreso, principalmente el movimiento obrero organizado que mantuvo viva la doctrina y cuya lealtad a su conductor pagó con sangre, persecución, exilio y cárcel.

El principal objetivo de su retorno fue, sin lugar a dudas, la fidelidad a su doctrina y a su historia.

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Para él, la reconstrucción del país continuaba teniendo como columna vertebral al movimiento obrero organizado, formado y capacitado. El medio para alcanzarla era la Unidad Nacional y la reconstrucción del hombre argentino a través del pacto social, el diálogo plural con las fuerzas políticas y la puesta en marcha de un Plan Trienal.

Y Perón devolvió con creces tamaña lealtad al retomar las banderas de la liberación nacional que habían sido obturadas en 1955. 

Y este programa de gobierno fue revalidado el 23 de septiembre de 1973 por el 62 % del padrón electoral. Sin dudas, el pueblo argentino y la recuperada democracia le daban la razón al exiliado general.

No obstante, dos días después se produjo el asesinato de José I. Rucci –hijo dilecto de Perón y reaseguro del Pacto Social–, vilmente masacrado por un grupo comando de Montoneros. Este hecho criminal, de una bajeza propia de quienes representaban el odio desmesurado contra la Argentina y contra el mismo Perón, fue un punto de inflexión. “Estos balazos –dijo Perón– fueron para mí; me cortaron las piernas”.

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Perón había regresado a pacificar la Argentina en la que, recuperada la democracia popular, no había lugar para las acciones armadas, ni para el enfrentamiento, el terrorismo y la venganza. Su objetivo político era la unidad de todos los argentinos y de las distintas fuerzas políticas tal como lo simboliza el abrazo con Ricardo Balbín y la puesta en marcha del “Pacto Social” entre trabajadores y empresarios.

Los meses que gobernó fueron intensos. Con algunas medidas de carácter económico social, logró poner en marcha a la Argentina que venía arrastrando años de frustraciones de gobiernos militares y seudo democracias, entrega del patrimonio nacional y agudización de los enfrentamientos internos.

Lo cierto es que entre el 25 de mayo de 1973 y el 1 de julio de 1974 se desarrolló una política que, en pocos meses, fue capaz de contener la inflación, elevar el salario real, reducir el desempleo, aumentar la participación de los trabajadores en el PBI, consensuar una Ley de contrato de trabajo, reactivar el mercado interno y fomentar la producción industrial, nacionalizar la banca y el comercio exterior agropecuario, reglamentar el capital extranjero, poner en marcha la construcción de represas hidroeléctricas y el suministro eléctrico por energía nuclear, diseñar un Plan para el autoabastecimiento energético, incorporar al país al Movimiento de Países No Alineados, expulsar las misiones militares extranjeras del suelo argentino, intentar recuperar diplomáticamente las Islas Malvinas, romper el bloqueo a Cuba, resolver viejos conflictos limítrofes, abrir nuestro comercio a China, la Unión Soviética y los países socialistas, entre algunas de las medidas realizadas.

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Y a la par de que la Argentina retomaba la creación de su propio destino independiente, el General Perón entregaba a nuestro pueblo con enorme generosidad y sacrificio su legado doctrinario: el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.

Presentado el 1 de mayo de 1974 en la apertura de las Sesiones Ordinarias del Congreso Nacional, este documento, última actualización político doctrinaria de la Comunidad Organizada, representa al día de hoy además de la última oportunidad en que la Argentina pensó un Proyecto Nacional integral, una impugnación contundente de los puntos de vista políticos, ideológicos, económicos y sociales del liberalismo.

Allí, Perón señaló que la Argentina necesitaba conformar, dilucidar e institucionalizar un “Proyecto Nacional”. Para alcanzarlo propuso a los legisladores los principios vectores de un “Modelo Argentino”, porque el mundo estaba atravesando una “época de cambio revolucionario y de reacomodamientos”, y la Argentina debía iniciar su “Reconstrucción Nacional” a través de la convocatoria amplia a todos los actores de la vida comunitaria y a todo el arco de los partidos políticos.

Es por eso que aseveró que si fracasaba esta convocatoria, el año 2000 nos podría encontrar “sometidos a cualquier imperialismo”. La opción era entre el “neocolonialismo o la liberación”.

 

Juan Domingo Peron 20210602
Para Juan Domingo Perón, la reconstrucción del país tenía como columna
vertebral al movimiento obrero organizado, formado y capacitado.

 

En el plano político, Argentina debía alcanzar mayores grados de “decisión nacional”. Y para tal fin, el pueblo debía organizarse en comunidad, fortificada por vínculos de solidaridad e identidad compartida. El individuo participaría en las organizaciones libres del pueblo (de trabajadores, intelectuales, empresarias, religiosas, etc.) y éstas se sumarían a la vida política nacional a través de los Partidos y de ámbitos como el Consejo para el Proyecto Nacional.

Los trabajadores cumplían una tarea primordial y los objetivos de sus organizaciones según el Modelo: “consisten en la participación plena, la colaboración institucionalizada en la elaboración del Proyecto Nacional y su instrumentación en la tarea del desarrollo del país”.

En el plano económico, Perón postuló que había que industrializar el país y aseveró que: “hay que tener siempre presente que aquella Nación que pierde el control de su economía, pierde su soberanía”. La planificación era imprescindible y con esa finalidad el gobierno organizaría un sistema económico mixto, donde el Estado cumpliría una función empresarial estratégica.

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Las políticas públicas no eran un “vehículo para alimentar una desocupación disfrazada”. El gobierno apostaba al ahorro y al trabajo nacional, con el objetivo de ampliar los márgenes de poder de decisión sobre la “explotación, uso y comercialización de sus recursos”.

El capital extranjero tenía que “tomarse como un complemento y no como un factor determinante e irremplazable”.

Se impulsó la justicia social distributiva. El país alcanzó así el pleno empleo sin planes sociales ni asistencialismo, incluyendo la participación obrera en la distribución del producto del trabajo. El Estado era garante de la justicia social, sancionando y haciendo cumplir las leyes protectoras del empleo, la familia, la niñez y la ancianidad, e integrando el territorio de manera federal.

La Argentina necesitaba un gobierno y un Estado fuertes y eficientes. Esto implicaría superar la ideología liberal del “Estado mínimo”, en paralelo a que se construiría una “administración pública vigorosa y creativa”.

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En el ámbito científico y tecnológico, Perón manifestó que el sistema científico estaba concentrado en algunos centros urbanos, era dependiente del extranjero, funcionaba en compartimientos estancos y carecía de una planificación nacional coherente. La superación de estas limitaciones, era un tema estratégico atendiendo que: “sin base científico tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace también imposible”.

En el plano ecológico, denunció que las “llamadas sociedades de consumo son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo”, y que la Argentina debía dar un curso de acción al cuidado de la casa común acorde a su propia tradición.

Perón destacó además, que cualquier solución para nuestro país no podría desconocer el marco de las necesarias alianzas regionales: “Tenemos que asumir el principio básico de que «Latinoamérica es de los latinoamericanos» (…) Nuestra respuesta contra la política de «dividir para reinar» debe ser la de construir la política de «unirnos para liberarnos»”.

 

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En síntesis, y adelantándose a su tiempo histórico, a la luz de lo que lamentablemente aconteció tras la caída del último gobierno justicialista de Isabel Perón, Perón propuso en el Modelo Argentino una hoja de ruta del quehacer nacional frente a su ausencia física, para que la Argentina pueda darse un Proyecto Nacional soberano para revertir los grandes problemas nacionales.

Y ese mismo día por la tarde, pronunció un discurso en Plaza de Mayo, donde afirmó: "Compañeros: hace hoy 19 años que en este mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los trabajadores argentinos” (…)."No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan" (…).

"Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes de todo lo que hemos hecho(…) La clase trabajadora argentina, como columna vertebral de nuestro movimiento, es la que ha de llevar adelante los estandartes de nuestra lucha. Por eso compañeros, esta reunión, en esta plaza, como en los buenos tiempos debe afirmar decisión absoluta para que en el futuro cada uno ocupe el lugar que corresponde en la lucha".

Mientras, Perón decía que los días por venir serían de reconstrucción nacional y de liberación "no solamente del colonialismo" sino "también de estos infiltrados que trabajan adentro, y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera, sin contar con que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero".

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Una multitud despidió los restos de Juan Domingo Perón, quien murió a los 78 años.

 

 

Para concluir dijo querer: "un pueblo sano, satisfecho, alegre, sin odios, sin divisiones inútiles, inoperantes e intrascendentes", agradeciendo a continuación "la cooperación que le llega al gobierno de parte de todos los partidos políticos argentinos".

Para el arco político demoliberal hijo de quienes señalara el General en su discurso, sea en su facción socialdemócrata o liberal a secas, Perón murió el 1 de julio de 1974, adhiriendo al concepto de Nietzsche: «Dios ha muerto», que traduce la idea de que Dios no es capaz de actuar como fuente del código moral.

Salvando las distancias, lo cierto es que Perón y su universo son inconmensurables. Está vigente y presente en la vida política argentina, sigue actuando como fuente inspiradora de liberación de nuestro pueblo, brindando soluciones concretas a las batallas de nuestra pobre Patria, por más que se lo quiera seguir matando cada día.

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Es por eso que creemos que el renacer de la Argentina tendrá en las páginas de su legado, así como en Malvinas, en el movimiento obrero organizado y en la fe de nuestro pueblo, puntos de unión y de concordia nacional. Leopoldo Marechal decía: “La vida es una sucesión interminable de finales y recomienzos, de construcciones y derrumbes. Ante los acontecimientos que hoy vive la Patria me declaro un Argentino en estado de esperanza”.

Por eso a 47 años de su paso a la inmortalidad, la solución para que la Argentina no desaparezca es muy simple: “hay que volver a Perón”.

 

* Ignacio Cloppet. Miembro de la Academia Argentina de la Historia.