ELOBSERVADOR
UN ENIGMÁTICO MAPA

La apropiación del nombre ‘América’

La sorprendente historia del nombre América: desde su primera aparición en un planisferio fechado en 1507 –quince años después del primer viaje de Colón–, hasta su definitiva apropiación, en el siglo XX.

Mapa El Obs 20221016
WALDSEEMÜLLER. El trazado de la costa occidental de la actual América del Sur está hecho con inusitada precisión en el pequeño mapa circular situado arriba y a la derecha del gran diseño. | AFP

Existe un planisferio de 1507 –obra del humanista alemán Martin Waldseemüller– que se ha hecho famoso por haber introducido el nombre “América”. Un primer detalle curioso, es que el título dado a esas tierras –en homenaje al navegante Américo Vespucio– sea femenino, conservando de esta manera la tradición de designar con un nombre de mujer a los continentes hasta entonces conocidos: Europa, Asia y África. Pero, además, el mapa, entre otras sorprendentes peculiaridades, nos provee de un “detalle” muy significativo y por lo general desconocido, y es que con el nombre América, Waldseemüller hacía exclusiva referencia a la actual América del Sur. Para enfatizar lo anterior, el cartógrafo, en su representación, diferenció muy claramente esas tierras de las del resto del mundo, separándolas de manera ostensible de la hoy denominada “América del Norte”, territorio que, siguiendo la hipótesis de Colón, sería considerado por mucho tiempo un apéndice de Asia.

Lo cierto es que actualmente con el término América se suele designar otro territorio: el de los Estados Unidos. Es por eso que resulta paradójico que el único ejemplar existente del planisferio de 1507 se encuentre hoy en ese país, en un sitio muy distante respecto del que originariamente denotó. El caso de América constituye, sin duda, uno de los ejemplos más representativos de cómo el sentido de un nombre puede cambiar, hasta ser tergiversado por completo. 

En su mapa, Waldseemüller hacía referencia exclusiva a América del Sur, a la que separaba del resto del continente

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

El planisferio de Waldseemüller. En un artículo publicado junto a la historiadora Silvina Vidal, analizamos exhaustivamente el contenido del planisferio de 1507 intentado dilucidar los porqués de ciertas cuestiones enigmáticas que presenta, y recogiendo las discusiones más relevantes de los especialistas que lo estudiaron.

Aquí algunos puntos de este mapa que aún causan asombro:

  • La aparición de una gran masa de agua al oeste de las nuevas tierras: el actual océano Pacífico, ¡seis años antes de que Balboa lo hubiese descubierto en 1513! 
  • El trazado con inusitada precisión de la costa occidental de la actual América del Sur en el pequeño mapa circular situado arriba y a la derecha del gran planisferio. 
  • Este mapa, que de hecho representa el hemisferio occidental del mundo, se encuentra a la derecha, mientras que el mapa que representa el hemisferio oriental se encuentra a la izquierda; esto es: los dos mapas circulares están “invertidos” respecto de lo representado en el planisferio. 
  • En el planisferio y en el hemisferio occidental se observa un corte absolutamente artificial, un hiato que perduraría mucho tiempo en la cartografía del siglo XVI. De esta manera, Waldseemüller concebía a América como una cuarta parte del mundo, totalmente separada del resto de las tierras, y en particular de la actual América del Norte. 

Dos equívocas cartas de Colón. Luego de su primer viaje, Colón escribió dos misivas casi idénticas, que fueron conocidas con el título De insulis inventis. Epistola Christofori Colombi, esto es: “La invención de las islas. Cartas de Cristóbal Colón”. Señalemos que en los siglos xv y xvi, “descubrimiento” e “invención” poseían significados semejantes, aunque presentaban sugestivos matices en lo que hacía a su empleo. Así, “descubrimiento” ponía el acento en el carácter de “desconocido” de lo que es encontrado; mientras que “invención” se refería, más bien, a lo que se concebía previamente de algo a ser descubierto. En este sentido, la “invención” de las islas por parte de Colón, antecedió a su propio descubrimiento: Colón estaba seguro, antes mismo de zarpar de Palos, que habría de llegar a esas presagiadas islas del extremo oriental de Asia. Es por esto que, Waldseemüller creyó que no había sido el Almirante sino Vespucio quien había descubierto la “cuarta parte del mundo” a la que había denominado “Nuevo Mundo”, la actual Sudamérica. 

Lugares que cambian de nombre. Muchos lugares han cambiado sus nombres. Casos muy conocidos son los de Estambul, antes llamada Constantinopla, mucho antes fundada como Bizancio; el de Nueva Amsterdam, que adoptaría el nombre de Nueva York; el de San Petersburgo, posteriormente Petrogrado, luego Leningrado y nuevamente San Petersburgo. Pero también hubo lugares que “arrastraron” un nombre; tal el caso de Punta del Diablo, en Uruguay, pueblo al que a mediados del siglo XX se lo comenzó a llamar de esa manera debido a que algunos pescadores que lo habitaban provenían de otro lugar denominado “Cerro de los Pescadores de Punta del Diablo”. Ahora bien, en el caso de América se trata de un nombre que, literalmente, sufrió un desplazamiento de miles de kilómetros, lo que implica una enorme tergiversación político-geográfica. 

En efecto, Estados Unidos es conocido, tanto en incontables documentos oficiales redactados en todos los idiomas, como en el lenguaje común, con el nombre de “América” a punto tal que el término “American” es de uso común en las Naciones Unidas como referencia a los ciudadanos estadounidenses. Aún más, en el Diccionario de la RAE se ofrece, como una de las acepciones posibles del término “americano”, el siguiente: “adj. estadounidense. Aplicado a personas. Utilizado también como sustantivo”. Mientras que del término “americanizado” se dice: “adj. Que se asemeja o imita a los estadounidenses o a lo estadounidense”. 

¿Cuándo y cómo se produjo este notable cambio? 

Ya en la declaración de Independencia del nuevo país (el 4 de julio de 1776), se hacía referencia a “la declaración unánime de los trece Estados Unidos de América”. Un texto titulado “Los artículos de la Confederación” de 1778, en su primer artículo reza: “El estilo de esta confederación será ‘Los Estados Unidos de América’”. Las inconsistencias en la adopción del nombre del país, lo advertimos en un documento oficial del mismo año a propósito de un Tratado de Alianza con Francia en el que se usa alteradamente: “United States of North America”, “United States”, “United States of America” y “United States of North America”. 

En 1787, Washington, a la sazón presidente del país, escribió que “el mayor interés de todo verdadero americano, [es] la consolidación de nuestra Unión”; y en su discurso de despedida de 1796 expresó: “El nombre de americano que le pertenece a ustedes en su capacidad nacional, siempre debe exaltar el orgullo del patriotismo más que cualquier denominación”.  En 1797, Adams, segundo presidente de los Estados Unidos, empleó en su discurso de asunción los términos “pueblo americano” y “América” para referirse a los habitantes y al país. Es interesante notar que si bien originariamente “United States” era un término plural (“The United States are…”), luego se lo utilizaría en singular (“The United States is…”), lo que claramente hace referencia, ya no a una confederación de estados situados en algún lugar del continente americano, sino a una entidad que adopta el nombre América como representativo ¡de una unidad formalizada en un país! A partir de esta situación, para la mayor parte del mundo, aquel Nuevo Mundo de Vespucio, sería llamado South America. 

Los avatares de muy pocos nombres han resultado tan representativos de un cambio en las relaciones geopolíticas

¿Cómo se dio el reconocimiento internacional del nombre y cómo se extendió a los cinco continentes? Ya en 1795, en un “Tratado de Paz y Amistad” entre los Estados Unidos y los estados africanos de Berbería (los actuales Marruecos, Argelia, Túnez y Libia), se utilizó el término “American citizens”; con un estado europeo, como Francia, en 1806. En un tratado de 1858 con un país asiático como Japón, se utilizaron también los términos “América” y “American citizens”. En el “Tratado de París” de 1898 que dio término a la guerra entre España y Estados Unidos, se empleó el término “American” en referencia a las tropas estadounidenses. 

Siguiendo con la cronología, en 1825 se formalizó un tratado con los Cheyenne donde se aludió a los blancos como “American citizens”. Que, a los integrantes de este pueblo, así como a los demás pueblos originarios de América se los denomine “indios”, cuando se trata de auténticos americanos de origen, no solo resulta irónico, sino que nos recuerda la enorme vigencia que conservan aquellas equívocas cartas de Colón a las que hicimos referencia. Notemos, además, lo paradójico de la nomenclatura “indio americano” (o amerindio). 

Pero lo más notable fue el uso de los términos “América” y “americanos” en el tratado del año 1848 con México –esto es: ¡con un país americano! – que puso fin a la guerra entre los dos países y que fuera oficialmente denominado: “Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América”; en el tratado también se emplearon los términos “Gobierno Americano” y “Tribunales Americanos”. 

No obstante, a lo largo de la historia ha habido algunos debates interesantes en torno al uso inapropiado de los términos América y American para denominar a los Estados Unidos y a sus ciudadanos. Por ejemplo, Frank Lloyd Wright, quizás el más famoso de los arquitectos estadounidenses, propuso utilizar los términos Usonia y Usonian –por EE.UU.–: en referencia al país y a sus ciudadanos, respectivamente; términos aparentemente “acuñados por el escritor James Law, quien en 1903 escribió: “Nosotros los Estados Unidos, en justicia con los canadienses y los mexicanos, no tenemos derecho a usar el título ‘Americanos’ cuando nos referimos a asuntos que nos conciernen exclusivamente a nosotros”. 

Elocuente final. De hecho, existió una suerte de segunda “invención” de América, conceptual y políticamente diferente a la derivada del mapa de 1507. Esta reinvención se habría de instituir entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XX a través de un traslado real del nombre América, que respondió a un manifiesto reordenamiento del mundo a escala global. Los fundamentales cambios operados en la significación de los términos “América” y “americano” a escala mundial, se derivan, sin duda, de las transformaciones político-económicas que han provocado la reconfiguración de un “Nuevo Mundo” (originalmente aplicado a América del Sur), cuando la concepción de un pujante “mundo nuevo” pasó a formar parte de América del Norte. Es importante recordar que, en 1776, al concretarse la independencia de Estados Unidos, el país adoptó oficialmente el título de “Estados Unidos de América”. Y es que esa voz evocaba, tanto un nuevo estado, como una entidad geográfica que evidenciaba no sólo la emancipación del Imperio Británico, sino también su oposición al carácter insular de Gran Bretaña, asumiéndose como un territorio francamente continental, en gran medida imbuido de un hecho no trivial, como ser que un continente dejase de ser gobernado por una isla… 

Pero lo que resulta más altisonante de esta historia es la suerte que finalmente corrió el mapa de 1507, dado por un acontecimiento absolutamente representativo de la actual tergiversación presente en el empleo del topónimo América: En efecto, en 2003, la única copia del enorme planisferio de 1507 fue adquirida por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos por diez millones de dólares. En ocasión de su exhibición, J. Billington, su bibliotecario principal, agradeció la concreción de la compra en nombre del “pueblo americano”; y en 2007, en la ceremonia oficial de entrega, la entonces canciller alemana, Angela Merkel, afirmó que se trataba de “un mapa importante para la identidad cultural de ‘América’” y que la decisión de ceder los derechos de exportación se basaba en los grandes servicios que el “pueblo americano” había prestado a los alemanes luego de la Segunda Guerra Mundial. Resulta claro que por “pueblo americano”, tanto Billington como Merkel se referían a los ciudadanos estadounidenses. Lo que convierte a este acto en emblemático es que el planisferio jamás perteneció a los Estados Unidos, por lo que resulta falaz hablar de “restitución”, algo que, en sí mismo, constituye una prueba material de la apropiación simbólica de América.

Esta es la historia de un nombre surgido en un enigmático mapa, referido a un lugar preciso que hoy es conocido como América de Sur; denominación, la de América, que provisoriamente se extendió a todo un continente para luego recalar en lo que hoy es los Estados Unidos. Los avatares de muy pocos nombres han resultado tan representativos de un cambio en las relaciones geopolíticas de los pueblos.

*Investigador principal del Conicet y profesor titular de la UBA.